Trouville-sur-Mer (Normandía)

La animadísima (en verano) ciudad de Trouville-sur-Mer, fue en la Edad Media un pequeño pueblo pesquero que, como otros muchos de la costa normanda, se abrió a mediados del siglo XIX a la lucrativa actividad del turismo termal, destinado a personas con fuerte poder económico.

El lugar donde se encuentran tanto Trouville como su vecina Deauville, se denomina Costa Florida. Esta costa tiene un conjunto de hermosas playas de arena fina y caprichosos acantilados.

paseo de madera de la playa

Los orígenes de Trouville y el pintor Charles Mozin

No se puede hablar de Trouville-sur-Mer sin hacer mención al pintor Charles Mozin. Este pintor parisino llegó casualmente a este pequeño pueblo pesquero un día de verano de 1825, a la edad de 19 años. Queda enamorado de sus dunas y playas vírgenes, toma alojamiento en la posada Bras d’Or e instala el caballete y se pone a pintar continuamente el lugar. Los cuadros que aquí crea, los da a conocer en una exposición que celebró en París en 1927, a la vez que se dedica a ponderar las maravillas del lugar en su círculo de amigos. De esta manera, fueron muchos los parisinos que a través de sus cuadros conocieron y quedaron prendados de la belleza de Trouville, entre ellos pintores como Monet y escritores como Dumas, Proust y Flaubert.

Mozin se instala en Trouville en 1838, donde compra un terreno para construir una casa, que desaparecerá en 1909. En 1842 construye una segunda mansión,  que aún existe, donde instala su estudio de pintura. En 1855 levantará la pintoresca Tour Malakoff, de inspiración gótica, delante mismo de la playa.

Torre Malakoff

Gracias a Mozin disponemos de una valiosa colección de cuadros que nos muestra el Trouville que encontró y le hizo quedarse a residir allí hasta su muerte. A lo largo de su vida pintará en este lugar paisajes costeros, multitud de barcos y la vida familiar de los marineros, los interiores de sus sencillos hogares, las mareas, los cielos, la luna, lo pinta todo incansablemente. Incluso llegó a pintar desde los propios barcos de los pescadores. Entre sus más famosos cuadros, están los que representan a los acantilados de Black Rocks.

En 1943 ingresa en el consejo municipal y participa en el nuevo desarrollo urbanístico que surge en esta ciudad. Sin embargo, Mozin habría de dejar reflejada por escrito su desilusión y arrepentimiento por haber contribuido a un inesperado crecimiento descontrolado de la zona, que hizo desaparecer la hermosura virgen que había descubierto aquel verano de 1925. Y eso que Mozin murió en Trouville-sur-Mer en 1862 a la edad de 56 años (fue enterrado en el cementerio de Montmartre en París) y por su prematura muerte nunca llegó a conocer el poderoso nacimiento de la nueva ciudad de Deauville, que tenía justo enfrente de su casa, en un lugar donde sólo existían dunas.

Desarrollo urbanístico y de la actividad balnearia

Trouville fue una de las primeras ciudades balneario en desarrollarse en Francia. El pintor Boudín y su discípulo Monet nos dejaron reflejada la vida veraniega de los burgueses paseando por la playa.

Incluso desde 1860 hasta finales de siglo XIX, Trouville tuvo su propia orquesta sinfónica y se llegaron a representar operas.

En el período de Napoleón III, la Costa Florida se llenó de aristócratas con mucho dinero y con ganas de exhibirlo, gastándolo con generosidad. Encargaron la construcción de exuberantes villas y palacios y un elegante y ostentoso casino, tal como ellos creían merecer, a la altura de su abolengo.


En 1846 se estableció un servicio de navegación entre Trouville y Le Havre, que funcionaba dos días a la semana entre julio y septiembre. Luego pasó a ser de servicio diario. Los botes que conectaban ambas localidades eran propulsados por ruedas de paletas y más tarde por hélices. En 1883, una compañía inglesa obtendrá permiso para construir un embarcadero al pie de Black Rocks. Este trabajo permitió a los barcos procedentes de Le Havre, acercarse a Trouville, independientemente de la marea que hubiese. En este embarcadero se construyen una cafetería, puestos de refrigerios y tiendas de recuerdos. Será destruido en 1942 por los alemanes, que temían un posible desembarco de los aliados, y nunca más sería reconstruido.

El Casino

En 1838 se construye el primer casino, pionero en esta costa normanda. No era exactamente lo que entendemos actualmente por casino, sino un lugar de encuentro donde se representaban obras teatrales y operetas y se iba a tomar café y a jugar a las cartas, no existían entonces las máquinas tragaperras.

El actual Casino Barriere, de estilo colonial, fue inaugurado en junio de 1912. Es obra del arquitecto Alexandre Durville. Posteriormente, en 1927, recibió mejoras y reformas con la realización de un porche central y dos murales inspirados en el estilo colonial de Luisiana, que se perderían en otra reforma posterior.

Casino actual

En la década de 1930, este casino comienza a perder atractivo para los clientes millonarios, que prefieren acudir al más reciente y ostentoso de Deauville. En 1956 se convierte en museo municipal. El edificio que vemos ahora es el producto de la reforma hecha entre 2011 y 2013, en la que se eliminó el cine, aunque se mantuvo el teatro.


El casino se encuentra, sin embargo, en un lugar un tanto atípico, ya que fue edificado al lado del puerto pesquero y del edificio del mercado. Tiene 235 máquinas tragaperras, salas de juego, organiza espectáculos, conciertos y cenas con baile. Desde el año 2016 está considerado monumento histórico. Delante de este suntuoso edificio se ha construido un excelente aparcamiento de pago, que es muy útil para dejar el vehículo en una ciudad ciertamente complicada en este sentido.

el puerto al lado del Casino

Las villas de Trouville

De la colección de suntuosas villas que ahora encontramos (que evidentemente no son todas las que existieron), es muy conocida la de Montebello, actualmente un museo que alberga colecciones de cuadros famosos.


La historia de esta mansión comienza el 20 de octubre de 1863, cuando Mathilde Périer, viuda del Marqués de Montebello y dama amiga de la emperatriz Eugenia de Montijo, compra un terreno en Trouville para construir su lugar de veraneo, ya que para una mujer de su rango era absolutamente necesario tener una segunda residencia en un lugar como Trouville. Se levantó detrás del famoso hotel  des Roches Noires, algo elevada pero cercana a la playa y con unas impresionantes vistas sobre ella.


Al fallecer la marquesa, es repartida en herencia entre sus hijos, aunque luego retornaría en propiedad a uno de ellos. 

En los años 30 del pasado siglo, la villa es propiedad de un rico judío, lo que le creará problemas en una década en la que en Europa se está extendiendo un clima de xenofobia hacia esta raza, que en Francia también se hizo notar, especialmente a partir de la crisis económica de 1932 y que aparentemente no afectó a los judíos.

En 1936 aparece un proyecto para convertirla en museo de arte e historia del mar pero cuando estaba concluido en 1939, estalla la segunda guerra mundial y como fue habitual durante la ocupación alemana, la mansión fue requisada por los nazis para convertirla en residencia de sus oficiales. Así todo, las obras de arte que contenía fueron escondidas a tiempo.

Al acabar la contienda y ser liberado el país, el museo se ubicó en el casino y la Villa Montebello se convirtió en una escuela.

En el año 1972 esta villa fue adquirida por la ciudad y se convirtió en el museo de bellas artes de Trouville, realizando exposiciones temporales de arte contemporáneo y permanentes de arte clásico. 

De las mansiones de Trouville, no se puede dejar de hacer mención de los “Pabellones Bouin”, dos casas idénticas construidas por otro caprichoso rico en el año 1884, para regalar a sus dos hijas gemelas.

Villa Persane es una pintoresca mansión construida en 1859, que en el año 1876 pasaría a manos de Helie de Talleyrand-Perigord, Príncipe de Sagan, cuya esposa inspiraría a Proust para su personaje de Madame de Luxembourg en “En busca del tiempo perdido”.

Villa Persane

Y hablando de inspiraciones literarias, podemos citar casos similares de personajes creados por otros escritores en sus estancias en Trouville, como fue el caso de Madame Bobary, célebre personaje de la novela homónima de Gustave Flaubert, quien le dio vida en recuerdo de Élisa, la esposa del editor alemán de música Maurice Schlesinger. Hay que decir en todo caso que, aparte de ser una señora casada, Élise era bastante mayor que Flaubert, que por entonces tenía la edad de 15 años. Se ve que causó una fuerte impresión en el adolescente durante sus estancias en Trouville. Queda patente que las esposas ricas causaban cierto enamoramiento entre los artistas, como luego veremos de nuevo con Proust. 

Paseo marítimo

El paseo marítimo, muy representado por los pintores, se construyó en 1867 y fue el primer paseo de la costa normanda. Este paseo está guardado por una fila de suntuosas villas, muchas de ellas reconvertidas en hoteles de lujo. Hospedarse en uno de ellos es viajar a la época del Art Decó y su glamour. Así, lo que en su día fueron palacetes, son ahora el Hôtel Ler Fer a Cheval, el coqueto Hotel Flaubert delante mismo de la playa,  Hôtel de la Paix, Villa Caroline, Hôtel Le Central, delante mismo del puerto y con una hermosa braserie debajo, Hôtel Trouville Palace, delante de la playa de imponente majestuosidad enmarcada por dos cúpulas en sus extremos, etc.


al fondo cúpula izquierda del hotel Trouville Palace

Hôtel des Roches Noires

No podemos hablar de Trouville sin hacer amplia mención de este hotel, muy importante en el desarrollo de la ciudad.

Tres años después de haber muerto el pintor Mozin, se inicia en 1865 la construcción del Hôtel des Roches Noires, en estilo Segundo Imperio, sobre un diseño del arquitecto parisino Alphonse-Nicholas Crépinet. Inaugurado el 15 de julio de 1866, fue en su momento la máxima exposición de lo que era el veraneo de lujo en este lugar, aunque hoy lo veamos tal vez excesivamente grande y tosco, sin el famoso glamour que atrajo a tantos aristócratas de muchos países. Estaba dotado de un gran salón y una cafetería. Se instaló temporalmente una baranda a lo largo de su fachada, que actualmente no tiene, e incluso se construyó un muelle enfrente para atraque de los barcos de los clientes más ricos. Este muelle sería destruido en 1943 durante la ocupación alemana, pero en marea baja aun se pueden ver los pilotes de madera emergiendo.

Fue el segundo hotel de lujo construido en esta localidad. En el momento de su inauguración, en julio de 1866 como ya había dicho, tenía solamente 75 habitaciones. En 1913 se eleva su altura construyendo más plantas para alcanzar la cifra de 300 habitaciones, que en aquella época estaban dotadas de cuarto de baño individual con agua dulce y de mar, e incluso agua caliente y el privilegio de ser el primer hotel en tener ascensor.

Hôtel des Roches Noires

Es subastado en agosto de 1903 y en el año siguiente recibe el suministro por electricidad. Fue parcialmente renovado en 1924 por el arquitecto Robert Mallet-Stevens, quien le daría un esplendor especial con el ánimo de atraer turismo de alto nivel de otros países. Redecoró con buen gusto el gran vestíbulo, que sería clasificado como monumento histórico en mayo de 2001. Todo el edificio en sí está reconocido como monumento histórico desde agosto de 2000.

Como era habitual, en la Segunda Guerra Mundial fue requisado por el ejército alemán para convertirlo en residencia de sus oficiales. Antes de ello, al comienzo de la guerra en 1939, hizo las veces de hospital de los soldados franceses.

De los prestigiosos huéspedes que se alojaron en este hotel hablaremos a continuación, por lo menos de dos de los más ilustres, entre los cientos de aristócratas y millonarios que pasaron por él.



El hotel cerró en 1959 y se convirtió en un edificio residencia al dividirlo en apartamentos para su venta. La escritora Marguerite Duras compró el apartamento 105 en el primer piso, en la parte trasera del edificio pero con vistas laterales al mar, donde residió todos los veranos hasta su muerte en 1996. La escritora había conocido Trouville en 1932 con sólo 18 años de edad y quedó muy impresionada por la belleza del lugar. Por ese motivo, al surgir esta operación inmobiliaria compró el apartamento, que era relativamente pequeño, y pasó a formar parte de la sociedad local; daba paseos diarios por la playa y hacía sus comidas en la cervecería Le Central (aun en pie), donde a la vez escribía.

En los últimos años de su vida alargó sus estancias veraniegas de mayo a octubre, siempre ensalzando la belleza del lugar en muchos de sus artículos, y aquí escribiría bastantes de sus obras.

Si revisamos la obra de la fotógrafa Hélène Bamberger, podremos ver una amplia y muy interesante colección de imágenes que hizo a Marguerite Duras en Trouville entre los años 1980 y 1994, el último que la escritora pasó en la villa.

En el siguiente enlace podemos ver esta obra fotográfica.


Otros huéspedes memorables

En el verano de 1870, en vísperas de la guerra franco-prusiana, Claude Monet estaba aun celebrando el viaje de novios con su esposa Camille, con la que se había casado el 28 de junio. Su estancia en este hotel le causaría gran impresión hasta el punto que lo pintó en varias ocasiones y hoy en día podemos ver su famoso retrato del hotel expuesto en el museo de Orsay en París. Es un impresionante lienzo, de formato alto, donde recoge la fachada del hotel ocupando la mitad de la imagen con las banderas batidas por el viento en llamativos colores y en la parte inferior las figuras humanas trazadas con su rápida técnica. En él se puede apreciar la baranda que luego sería suprimida. Por razones de derechos de propiedad de imagen que aun puedan existir, no reproduzco aquí esta pintura, pero es muy fácil de encontrar por la web.

Los escritores Gustave Flaubert y Alexandre Dumas también fueron veraneantes de honor de Trouville. Ambos se enamoraron de esta villa de pescadores, pasaban veranos en ella e invitaron a su círculo de amigos a venir a conocerla, haciendo aumentar el prestigio de la localidad.

Marcel Proust, tal vez el huésped más especial

Casi una generación más tarde que la de Monet, llega en 1885 a Trouville  Marcel Proust en compañía de su abuela, y se hospedan  Hôtel des Roches Noires. Posteriormente, volvería con su madre a este hotel en los veranos de 1893 y 1894, en el que se ubicaron en el apartamento 110 del primer piso. Es un joven de 22 años al que el ambiente de este lugar le produce en principio aburrimiento al no tener amistades afines.

En París, Proust era amigo de Jacques Baignères, antiguo compañero de escuela y futuro escritor y diplomático, que se movía en la sociedad cultural como pez en el agua. Baignères era igualmente amigo de Jacques Bizet, hijo del compositor Georges Bizet. Proust, personaje desconocido, pero que estaba muy interesado en ser introducido en este ambiente selecto, se sirve de su amigo Baignères para ser presentado en el salón dirigido por su madre Laure Baignères, en París.

Este círculo de selectos intelectuales parisinos tenía, como no podía ser menos, la consiguiente villa de veraneo en Cabourg, llamada Les Frémonts, propiedad de Arther Baignères, tío de su amigo Jacques, donde Proust estuvo invitado en el otoño de 1991 y en agosto de 1992.

En Trouville, existía una mansión llamada Clos de Muriers, construida en 1894 por un rico abogado parisino marido de Genevieve Straus. Esta mujer era hija del compositor Halévy y viuda de Georges Bizet, aunque vuelta a casar en segundas nupcias con el abogado en cuestión. En esta casa, ubicada en una cumbre con privilegiadas vistas sobre Trouville, esta señora mantiene un salón muy popular donde recibe al círculo social de artistas que se reunían para hacer gala de sus extensos conocimientos sobre la vida y pasar entretenidos las días y noches de verano. Aquí alternan los famosos Rothschild, condes, duques, novelistas, pintores… Proust, entonces soltero, queda prendado al ver en Genevieve todo lo que admira en una mujer y mantendrá con ella una particular amistad hasta su muerte. Es en este período cuando escribirá muchas de sus mejores obras.

Clos de Muriers

En 1907 Proust traiciona su pasión por Trouville escogiendo la relativamente cercana ciudad de Cabourg, donde se hospeda en el Grand Hôtel, en el que alquila una  habitación en el último piso para no ser molestado por las pisadas de otros vecinos. En este hotel conocerá a Celeste Albaret, una criada del establecimiento que se convertirá en su amiga y ayudante y constituirá una fiable fuente de información de los últimos años del escritor y del deterioro físico que padece desde la muerte de su madre en 1905.

Seguirá veraneando en Cabourg hasta 1914, desde donde llega a hacer visitas esporádicas en vehículo a Trouville para ver a su amiga Genevieve Straus, aunque acabarán citándose a medio camino entre las dos localidades y jamás volvería a su añorado Trouville.

En su nostalgia por Trouville y con el deseo de regresar de nuevo a esta villa, Proust escribe a la señora Straus manifestando su deseo de que le encuentre una villa de alquiler, mostrando especial predilección por la gótica Torre Malakoff, construida medio siglo antes por Charles Mozin y vendida en 1866 a Maquet, uno de los accionistas del Casino.

Con la muerte de su madre en 1905, entra en depresión, agravada por un empeoramiento físico, que le lleva a residir en París, en un piso del Boulevard Haussmann, donde desarrollaría su más valiosa obra hasta su muerte en 1922.

Visita al Trouville actual

Hoy en día, todos estas hermosas semblanzas de lugar de idílicos veranos, de encuentros literario, de baños de mar, de residencia príncipes y millonarios de medio mundo acompañados de ingentes dotaciones de criados, queda difuminada al encontrarnos con un pueblo en el que, aun manteniendo su hermosa estructura urbanística del siglo XIX, sufre del lógico cambio de estilo de vida que impone el paso de los tiempos. Por ello, aun siendo un exótico y muy caro lugar de veraneo y residencia permanente, al pasear por sus calles lamentablemente apenas notaremos diferencia con la imagen que encontramos en otras ciudades europeas, con sus atascos de coches, comercios modernos, jóvenes absortos con sus teléfonos móviles…



Por sus callejuelas encontraremos multitud de preciosas terrazas y restaurantes donde se puede comer buen pescado y marisco. A pesar de los lógicos cambios, aun podremos sentarnos en una terracita a tomar un café sin prisas y sentir un bienestar que en otros lugares ya no podemos encontrar. Por lo menos, en el mes de septiembre en que estuve pude recibir sensaciones de este tipo, pero es muy posible que en verano la cosa sea diferente, con la llegada del turismo masivo de playa.




La playa sigue siendo la misma y sus espectaculares mansiones junto a ella siguen ahí para obligarnos a imaginar cómo fueron aquellos tiempos de la Belle-Epoque recogidos por Monet en sus cuadros. Ahora, en sus arenas las mujeres lucen tostadas por el sol, muy lejos de las damas del siglo XIX que pretendían regresar a París con la tez blanca después de pasar unas largas vacaciones.


El puerto ahora se llena de modernos yates y desde él podemos contratar excursiones marítimas.

El mercado de pescado está abierto todo el año y es un lugar que da mucha vida y atracción a Trouville. El producto es local y se puede consumir en los numerosos restaurantes que hay en sus calles, en los que se ofrece pescado y marisco (vieiras, lenguado, gambas, caballa). Comenzó siendo un edificio de madera en 1844, pero en 1937 se construyó un precioso mercado de pescado en estilo neo-normando tras salir su diseño a concurso. Este mercado de pescado fue designado como monumento histórico en 1991, pero fue diezmado por un incendio en 2006. En la actualidad ha sido reconstruido en una réplica exacta.

el Café Central y al fondo el mercado


Muy cerca del mercado encontramos el Ayuntamiento, construido en estilo Luis XIII, y la "Escalier du serpiente", que tiene 100 escalones que nos llevan hasta las alturas de Trouville, donde hay unas preciosas vistas de la ciudad y del mar.

Hôtel de Ville o ayuntamiento

 La Maison Normande

Église Bon Secours, en el centro de la ciudad

Eventos y mercados

Los miércoles y domingos por la mañana hay mercado tradicional de fruta, verduras y productos locales.

En verano hay conciertos musicales al aire libre.

En el mes de julio se celebra la Fiesta del mar y la caballa (Fete de la mere et du maquereau), con actos festivos en los que se bendicen las embarcaciones y se degustan sardinas y caballas, con animaciones musicales.


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