Duna de Pyla (Francia)


Localización

Esta famosa duna, situada en la costa francesa de Aquitania, es la formación de arena más elevada de Europa.


Un poco de historia

Ha sido denominada de diferentes maneras a lo largo del tiempo; en el siglo XIX se la conocía como La Grave, nombre que aún aparece en algunos artículos. A inicios del siglo XX, debido a sus variaciones de tamaño, ya comienza a ser conocida como Grande Duna de Pilat.


Aunque esta duna tiene una vida estimada en varios miles de años, comenzó a ganar altura de forma acelerada a partir del siglo XIX. Su volumen es de unos 60 millones de metros cúbicos, ocupando 87 hectáreas de superficie distribuidas en unos 2,7 km de costa y adentrándose medio kilómetro en el bosque de las Landas. Esta penetración viene siendo medida desde hace casi seis décadas, ya que la duna se va extendiendo hacia el interior a razón de 3 a 4 metros anuales y consta que en estos 60 años se ha extendido unos 280 metros.


Como dije antes, su altura la convierte en la más alta de Europa, pero no siempre ha sido así. Fue a mediados del siglo XVIII cuando se produce el desmoronamiento de un enorme banco de arena que había frente a ella, que por razones naturales ha sido el que fue aportando arena a la duna y produciendo su extensión hacia el interior, amenazando los bosques y campos de cultivo de entonces. Esta extensión de arena se hubiese prolongado de no ser por los trabajos de forestación que se han hecho para luchar contra ella, logrando que estos depósitos arenosos se acumulen en su cumbre y con ello, de los 35 metros de altura que tenía a mediados del siglo XIX alcance hoy en día más de 110 metros, en una inclinación de 30-40º en su cara de levante y unos 5-20º en su cara de poniente.


El avance de la duna hacia el interior se volvió preocupante cuando a mediados del siglo XVIII avanzó varios kilómetros. En el año 1778 se realizó un informe sobre lo crítico de la situación y de la necesidad de emprender acciones que frenasen esta invasión. En 1786 se logra por fin la financiación esperada para comenzar los trabajos, pero éstos sufren muchas dificultades al producirse la Revolución Francesa en 1789. En 1816 ya se habían forestado unas 4.500 hectáreas y en 1864 se alcanzaron las 80.000 hectáreas.


Aparte de la forestación, hacia 1825 se establecieron empalizadas a 150 metros de la costa, que una vez cubiertas de arena permitían construir nuevas empalizadas superpuestas.



A comienzos del siglo XX el Estado francés da por concluidos los trabajos y en ese momento se empiezan a autorizar construcciones lúdicas como la estación balnearia de Pyla-sur-Mer, construida en 1920, que aporta la novedad de incorporar la letra "Y" en el nombre de la duna solamente por motivos puramente turísticos o para llamar la atención, y aunque se sigue escribiendo así en muchas publicaciones y folletos turísticos, oficialmente se utiliza el término duna de Pilat.


En la década de los años 30 se manifiestan las consecuencias del abandono de sus trabajos de mantenimiento por el rápido avance de las arenas sobre el interior del litoral, llegando incluso a "devorar" instalaciones como caminos e incluso una residencia en 1936. A esto se suma los graves acontecimientos del estallido de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación del territorio francés por los alemanes, que se apropiaron militarmente de las zonas de costa, para a partir de 1942 construir la denominada "muralla atlántica" en la cual se construyeron búnqueres defensivos. En el caso de la Duna de Pilat, fue declarada zona de exclusión en 1943, pero los edificios defensivos alemanes quedaron enterrados con el paso del tiempo. Se dice que de continuar su crecimiento al ritmo actual, a mitad del siglo XXI ya habrá alcanzado la zona turística de Biscarrosse.


La Gran Duna de Pilat está considerada por el Estado francés como un ecosistema de gran valor y por tanto goza de una protección excepcional desde el año 1943. Se ha convertido en una importantísima atracción turística, recibiendo al año hasta un millón y medio de visitantes. No sólo es emocionante la subida, para lo que hay habilitadas unas escaleras, sino también las impresionantes vistas de la bahía de Arcachón y el fantástico Cap Ferret y su faro al fondo.

La visita

Dependiendo desde donde se llegue, encontrar la duna puede ser tarea fácil o engorrosa. En nuestro caso fue lo segundo. Es muy conveniente estar bien informados antes de llegar, ya que los carteles indicadores pueden llegar a confundir, porque incluso hay explotaciones turísticas como campings que están indicados por grandes carteles que utilizan su nombre e inducen a pensar que hemos encontrado la entrada al aparcamiento e instalaciones de la duna, como es el caso de la imagen que pongo a continuación, que es uno de los muchos campings de la zona.


imagen obtenida en Google Maps

Recuerdo, en mi caso, haber llegado desde Biscarrosse por la carretera D218, evitando la autopista, y por más que busqué un acceso señalizado, me fue imposible dar con él (tampoco me molesté en haberme informado previamente). A esto hay que añadir que se trata de la carretera costera que lleva a Arcachón y soporta abundante tráfico, que incluso circula rápido, lo que hace imposible ir despacio tratando de ver e interpretar los letreros que encontramos, y además la raya continua que tiene esta carretera nos impide girar hacia la izquierda en caso de ver alguna indicación deseada.

La recomendación es ir en sentido a Arcachón y aunque estemos viendo a nuestra izquierda la duna, debemos olvidarla hasta llegar a una rotonda donde veremos tres salidas; la primera conduce a las poblaciones de La Teste y Arcachon, la del frente a Pyla-sur-Mer y la de la izquierda al aparcamiento de la duna.


imagen obtenida de Google Maps

Como de costumbre, en la entrada al aparcamiento encontramos una barrera y la máquina de los tickets, hay que sacar tarjeta para poder dejar el coche en algún hueco disponible en medio de un polvoriento pinar, que suele estar bastante ocupado e incluso producir un molesto agobio al tener que maniobrar con el coche por los senderos hasta encontrar un hueco. No puedo imaginarme lo que podría haberme sucedido en caso de haber ido un día diferente a uno de media semana en finales de septiembre y a última hora de la tarde. Además hay que tener cuidado con los horarios, ya que aparcar fuera de ellos supone una fuerte sanción.

imagen obtenida de Google Maps

Cabe la posibilidad de ahorrarse el dinero de este aparcamiento si en la rotonda antes descrita ignoramos el aparcamiento de ésta y tomamos en dirección a Arcachón, girando en la siguiente rotonda hacia Pyla-sur-Mer y llegando a La Corniche, donde hay aparcamiento gratuito. Ello es perfectamente posible si tenemos la disposición necesaria para dar zapato hasta llegar hasta la duna, perder más tiempo y en todo caso, esperar que los demás no hayan tenido la misma idea y no queden ya plazas de aparcamiento.

Al dejar el coche en medio de la arboleda, cogemos un camino arenoso que nos lleva al pie de las escaleras que ayudan a subir a lo alto de la duna, pasando antes por medio del habitual negocio de hostelería, donde muchos quedan sentados a beber sin el menor interés en experimentar la emoción de la subida.


De esta manera llegamos al pie de la vertiente del lado interior de la duna, donde muchos escogemos subir por las escaleras y otros prefieren la emoción y el duro esfuerzo de hacerlo por la arena.


Indudablemente, los que lo hacen por la arena tienen mérito al acometer esta subida de la manera más difícil posible, en muchos casos a gatas.


Dependiendo del sentido de humor de cada uno, puede ser entretenido parar un poco para ver el trabajo que se toman en subir por la pendiente y cómo en algunos casos se caen rodando hasta el principio de la subida.




Hay que tener mucho cuidado al subir los escalones. Por lo general, la gente suele quitarse el calzado para experimentar la emoción de sentir la arena en los pies, pero esta escalera está construida con un material que me ha parecido de tipo plástico o de fibra de vidrio, que es muy resbaladizo, y caerse desde arriba puede ser un accidente bastante serio. Es totalmente aconsejable ir asiéndose a las cuerdas de seguridad que tenemos y no quitar el calzado.


Cerca de la cumbre ya no hay escaleras y terminar seguir subiendo por la arena. Esperaba encontrar agobio en la estrecha escalera, que sirve tanto de subida como de bajada, pero al final la he transitado prácticamente solo y con mucha más facilidad de la que pensaba, ya que había leído comentarios muy exagerados de personas (jóvenes) que a mitad de subida no podían más y desistieron de ello. Si no se padece de algún tipo de minusvalía, se puede hacer perfectamente y si surge el cansancio, basta con parar un minuto a coger aire y disfrutar del entorno.


Se nota bullicio, el estado de ánimo de la gente es de felicidad, se forman grupos, se hacen fotos y muchos se dejan caer y deslizar con placer por la fina arena. Es curiosa la sensación que se vive al llegar y ver cómo la gente se divierte de la misma manera que cuando se suelta a un perro en el campo: corren, se tiran, gritan... el ambiente en general es de felicidad.




Otros muchos, sin embargo, en vez de algarabía y tomar selfies, prefieren sentarse y quedar absortos ante el majestuoso espectáculo que se abre al otro lado, al inmenso mar y los arenales de la bahía de Arcachón.




La estancia en la cumbre de la duna se hace corta, fue sacrificado subir y después del esfuerzo es un gusto ver el mar, los arenales, las aves marinas, el silencio..., bueno, para tener silencio hay que apartarse un poco, lejos del folklore de los teléfonos móviles y el griterío.


Los que hemos subido solos no tenemos opción a poseer una foto de recuerdo. Yo tuve suerte con una chica andaluza, que casualmente detectó que era español y que estaba solo y se ofreció a hacerme unas fotos. Iba con su marido, que era francés (y no hablaba ni papa de español) y una niña que se lo estaba pasando en grande. Gracias a ella y a su habilidad con la cámara, logré regresar con varias fotos de recuerdo.



El regreso se hace por el mismo sitio, o bien por donde le dé a cada uno la gana, o sea yo por las escaleras y otros bajando por las dunas, algunos incluso llegaron abajo mucho antes porque lo hicieron rodando.




Al final toca recoger el coche y por supuesto pagar la "estancia". Aquí viene la parte animada, por no llamarla de otra manera, para los que vamos poco informados de las costumbres francesas, que además, en casos como este, suelen ser más complicadas de la cuenta, con lo fácil e intuitivas que se pueden hacer las cosas si se pone algo de empeño.

Al arrancar el coche, nos dirigimos en fila y vemos como los que van delante paran y se bajan en una máquina de pago que hay a la derecha.

imagen obtenida de Google Maps

Hasta aquí todo parece normal y coherente, pero no lo es. Al llegar a la máquina me vuelvo loco tratando de ver lo que tengo que hacer y no entiendo nada. Por suerte, una vez más encontré a una agradable chica francesa que estaba detrás de mí y sabía hablar algo de español y me informa de que esa máquina es solamente para pagar los que poseen la "carte bleu", o sea para los franceses, que en ese momento debían de ser todos los de la fila. Me dice que los "forasteros" debemos seguir en coche por medio del pinar hasta la salida final, donde tenemos otra máquina (que señalo con la flecha  y por cierto es igualita que la anterior, ya les vale) donde podemos pagar con moneda normal.

imagen obtenida de Gooogle Maps

No siempre tiene por qué pasar, pero a mí me sucedió: al llegar a esta nueva máquina, vamos varios coches en fila y para hacer el pago se supone que debemos aparcar a la derecha en civilizado orden según vamos llegando (además de paso dejamos libre el carril para que salgan los de la "carte bleu" que ya pagaron); lógicamente es fácil encontrar cinco coches aparcados delante porque están haciendo cola para el pago. Como es normal, al hacer yo mi pago, los que tenía delante ya habían arrancado y salido del recinto, quedando unos cuantos metros libres por delante de mi coche. Pues bien, tuve que sufrir la pitada y un iracundo y absurdo cabreo de unos cuantos que tenía detrás porque no acerqué el mío a la máquina y ellos quedaban lejos. En fin, unos segundos soportando a unos turistas con poca filosofía de saber vivir la vida siendo feliz y dejando serlo a los demás. Con el ticket pagado, toca salir por la barrera y seguir hasta un nuevo destino. 



























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